El nombre Habichuelas viene del cuento “Las habichuelas mágicas”. Relata la historia de un niño que recibe un puñado de semillas a cambio de algo valioso. Para muchos, una decisión equivocada. Pero no eran semillas comunes: eran habichuelas mágicas, o porotos mágicos, como les llamaríamos en Chile.

Ese gesto de confianza, de intuición, de entregarse al error y creer que algo tan pequeño pueda contener algo tan grande como un árbol, o incluso un bosque entero, fue lo que nos cautivó.

Nuestra mayor inspiración viene de los libros que leíamos cuando éramos niños: la colección “El país de los cuentos”, de la editorial Froebel Kan. Una serie de libros ilustrados con fotografías de dioramas: pequeñas escenas construidas con muñecos, cartón, madera y telas. Hay algo mágico en esas imágenes, como si pudiéramos entrar en ese mundo fantástico y tocar lo que ahí habita.

Escogimos llamarnos Habichuelas porque creemos en el poder de lo hecho a mano, de lo pequeño, de lo local, en un mundo dominado por la producción en masa. Nuestro trabajo también es plantar una semilla: una que invite a mirar el paisaje con nuevos ojos, a redescubrir las especies que habitan en Chile y que muchas veces han sido olvidadas.